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Después de Navidad

«Huida a Egipto», taller bizantino, 1084
Catedral de Salerno

La Navidad significa, para muchos de nosotros, un tiempo distinto dentro del calendario. Cada uno tiene sus motivaciones, pero en muchos casos, son días de ajetreo, ilusión, compromisos, deseos, nostalgias, alegrías, tensiones y esperanza a partes iguales. Un combinado de emociones donde cabe todo lo que uno es capaz de sentir, creer y esperar.

Pero a lo mejor, sólo a lo mejor, lo importante de la Navidad no son los días que van del 24 de diciembre al 6 de enero. Ponemos todo de nuestra parte para vivir esas fiestas de la mejor manera que podemos, en muchos sentidos. Sin embargo, puede ser que se nos esté escapando algo.

Recapitulemos. Navidad: el niño Jesús nace en Belén, en unas circunstancias que hoy describiríamos como surrealistas. Casi todas las dificultades y la mala suerte del mundo parecen darse cita en esta historia. Luego parece que se arregla un poco, con los pastores avisados por el ángel, que les echan una mano a José y María, les ofrecen lo que tienen, y sobre todo, les hacen sentir que no están solos, con el calor de su cariño. Finalmente, llegan los Reyes Magos, con sus extraños regalos y su actitud humilde y portentosa a un tiempo. Me imagino a los pobres padres un tanto desconcertados, sin saber muy bien qué hacer ante tan inusual visita.

Pero la tranquilidad dura poco, porque después de los festejos navideños hay que salir corriendo a Egipto, si quieren salvar la vida y cumplir la misión que se les ha encomendado. Los recuerdos de los días pasados en Belén darían fuerzas a la joven familia para enfrentarse a la dura etapa que se les presentaba, llena de inseguridades e incertidumbre.

Y es, salvando las distancias, un poco como lo que nos pasa a nosotros cada año cuando termina la Navidad. Hay que volver a la vida real, que, en no pocos casos, supera nuestras capacidades.

Todos en algún momento nos hemos sentido, o nos sentiremos, como María y José cuando montaron en el burro hacia Egipto: caminando hacia lo desconocido, aprisa, con miedo de lo que queda atrás y de lo que espera al avanzar. Empezar de nuevo, y con muy poco en las manos. Ellos no tenían casi nada, el uno al otro, su amor en común, y ese Hijo que se les había dado. Y la fe y la esperanza que vieron confirmadas durante los acontecimientos que vivieron en la Navidad.

¿No se parece nuestra vida a la de nuestros protagonistas más de lo que pensábamos? Ciertamente, los obstáculos y la lucha por hacernos un hueco en el mundo están ahí para todos, y María, José y Jesús no fueron una excepción. Lo verdaderamente extraordinario de la Navidad es cómo el milagro les dio fuerzas para lo duro que es vivir a veces.

Acojámonos también a esa nueva luz que es la Navidad que, aunque ocurre todos los años y parece sólo una temporada más, puede ser la razón que necesitemos para seguir avanzando cada día.

Así, haremos como el otrora seco Scrooge de Dickens, que se dejó esponjar por esta nueva esperanza, y diremos:

Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré guardarla todo el año. 

«Cuento de Navidad», Charles Dickens

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