No leas.


No leas, no vaya a ser que te guste. No empieces a curiosear un libro que, a la larga, engancha. Y por supuesto, jamás de los jamases oses entrar en una librería, que eso es meterse en la boca del lobo, y correr riesgos innecesarios.

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«La madre de Rembrandt leyendo», Rembrandt Harmenszoon van Rijn, ca. 1629. Wiltshire, Wilton House.

No leas, que en una de éstas piensas que puede resultar una experiencia interesante. De hecho, no leas sobre todo porque, al final, acabas pensando. No leas, que se comienza leyendo bajo la mesa en clase, y  luego te da por estudiar una carrera de esas muy bonitas, pero con las que no vas a ganar todo el dinero que crees que necesitas.

No leas, que es posible que la gente empiece a regalarte libros, y tengas la estantería llena de ellos, pero el armario poblado con ropa de la temporada pasada. No leas, que puedes resultar extraño en el metro, porque no vas encogido mirando el móvil y con los auriculares en los oídos. No leas, porque, de una u otra forma, llamarás la atención.

No leas, que al final tus amigos descubrirán el carnet de la biblioteca en tu cartera, y tendrás que inventarte alguna excusa absurda atropelladamente. No leas, por si acaso alguna noche prefieres abrir el libro antes que encender la tele. No leas, entre otras cosas porque es muy contagioso. Y querrás romper la honrosa tradición familiar, esa que dice que un libro no es un regalo, y arriesgarte a que te miren mal, como pensando que te has echado a perder.

No leas, que en la literatura hay gente muy rara, que comete errores y luego se siente culpable, como Raskolnikov. Los libros te llevan a sitios extraños o que ya no existen, que nunca podrás poner como escenario de tu última publicación de Instagram, como Mompracem. Además, puede ser que te enteres de que las ideas que circulan por ahí  no son tan modernas y revolucionarias como parecen. No leas, que incluso hay autores que pretenden enseñarte algo (¡a ti, habráse visto semejante desfachatez!). No leas, que a lo mejor empiezas a conocer el pasado y tienes algo de qué hablar con tus abuelos y mayores.

No leas, no vaya a ser que aprendas palabras raras, y luego los demás crean que eres un pedante por usarlas. Si lees, te advierto que te arriesgas a distinguir la ortografía correcta, y que acabes escribiendo con tildes. Y todos sabemos que eso es de empollones… Será mejor que no leas, que después de tanto libro resulta que puedes emplear correctamente tu propio idioma, y hasta alguno más. No leas, que es posible que sepas diferenciar ironía y sarcasmo, y descubras que la mayoría de la gente no.

No leas, que no puedes contar en Facebook lo que le pasa a los personajes del libro, porque no viven en el mundo real de las redes sociales. No puedes hacer una crítica personal de Cumbres Borrascosas en los caracteres que te permita Twitter (que no sé cuántos son, ignorante de mí).

Y si, por debilidad o curiosidad incontrolable, afán de investigación o lo que sea, te decides a leer, por lo menos hazlo sin criterio, al azar, juzgando el libro por la portada y sin referencia alguna. Que total, un libro es un libro, al final todos son iguales…

Pues eso, mejor no leas, que es posible que profundices en lo complejos que somos todos, en lo poco cómoda que es la vida, y que caigas en la cuenta de que la cosa, por lo general, va más allá de lo que vemos y tocamos. Y que en realidad, poco importa lo que aparentes ser, sino lo que de verdad seas. Y eso cuesta trabajo.

Si quieres y aceptas un consejo, no leas, no vaya a ser que crezcas.

 

 

3 comentarios

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3 Respuestas a “No leas.

  1. Ángel luis

    Me parece un buen comienzo para personas jóvenes, yo pensaba que ya no había afición a algo tan bello que nos hace libres y disfrutar tanto de la vida.
    Te felicito, sigue por ese camino

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  2. Gonzalo Romero Garro

    Enhorabuena por este artículo, Zulima. Has reflejado con escasez de palabras, pero con profundidad de sentimiento, la inquietud del amante de la lectura frente al aborregamiento imperante hoy en día, que, como ya reflejara Ortega y demostró el comunismo, destruye al ser humano y hace que sólo quede una masa intelectualmente adormecida y menos libre.

    Y con qué finura y precisión has expresado lo de «carrera que no te proporcionará todo ese dinero que «crees (equivocadamente) que necesitas».

    Gracias por aportar belleza no sólo a la arquitectura, la escultura o la pintura, sino también al arte de la literatura.

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