Aprender o morir


«El ratón de biblioteca», Carl Spitzweg, ca. 1850.
Schweinfurt, Museum Georg Schäfer.

Biblioteca Nacional de España. Una tarde de primavera. La sala está relativamente vacía, con algunos estudiantes e investigadores repartidos entre las mesas de la parte de abajo del piso, y en la galería superior. Fuera, el tráfico de Madrid, con su ruido y sus prisas, contrasta con el silencio que llena el interior de la sala, sólo interrumpido por el deslizar de hojas de papel, la caída del bolígrafo sobre la mesa y alguna que otra tos ocasional. Todo como siempre, nada fuera de lo normal.

Yo estaba arriba, peleándome con mis asuntos, y en uno de esos momentos en los que suspiras y levantas la vista para buscar cualquier otra cosa que no sea lo que tienes que hacer, se me ocurrió mirar hacia abajo.

Y vi un señor mayor. No tan raro, supongo, pero la verdad es que me sorprendió. Porque cuando digo mayor, es que los ochenta ya no los cumplía. Y cuando digo señor, es señor, con traje y corbata, perfectamente planchado. Y creo que incluso llevaba un sombrero en la mano. Pero lo que sí recuerdo es que se apoyaba en un bastón, caminaba despacio, sin hacer ruido, y se dirigía a la salida casi paseando, sin ninguna prisa, como quien no teme al tiempo.

Yo de mayor quiero ser como ese señor. Tener muchos años, pero seguir buscando, investigando, con ganas de continuar aprendiendo. Descubrir cosas nuevas, cambiar de opinión, profundizar en lo que me gusta y desterrar prejuicios sobre lo que creo que no guarda nada para mí. Seguir creciendo hasta el final.

Cuando eres joven y buscas tu lugar en el mundo estudias porque no te queda otra, hay que sacarse las castañas del fuego y esas cosas. Pero en la mayoría de los casos, al llegar a cierta edad y se logra un mínimo de estabilidad, parece que la curiosidad se apaga, como si ya supiéramos todo lo que necesitamos para la vida. Yo creo que ése es el momento en el que te vuelves viejo, independientemente de los años que te adjudique el DNI.

Al mismo tiempo, haber vivido tanto, tantas situaciones y experiencias, y tener la humildad de reconocer que no sabes aún lo suficiente es digno de admiración. La sabiduría que dan los años es a lo mejor lo que hace que seamos conscientes de nuestra pequeñez, y de que el mundo es muy grande como para entenderlo en la brevedad de una vida. Puede que cuanto más viejo seas, más niño debas ser, no vaya a ser que te creas sabio y en realidad no seas más que un «daticultor», un mero repetidor de información, pero que saber, saber… lo que se dice saber, sepas poco.

Y es que, si todavía seguimos aquí, es porque nos queda algo que aprender. De lo que está en los libros y de lo que no. De los demás y de lo que nos rodea. Si no nos hemos muerto hoy es porque algo podemos enseñar mañana.

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2 Respuestas a “Aprender o morir

  1. martalbb

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